Carpintería de madera y ebanistería Salvador Díaz e hijos.

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Una historia por contar

Salvador Díaz e hijos tiene su origen en la localidad de Huéscar (Granada), allá por el año 1927, cuando su fundador, Salvador Díaz Lara, un joven muchacho de apenas 18 años de edad, decide iniciar un negocio orientado a aquello a lo que se había dedicado durante un tiempo, tras verse obligado a abandonar sus estudios, la marquetería.

Fue una vez cumplida la mayoría de edad, cuando uno de los talleres del pueblo, le brinda la oportunidad de demostrar y desarrollar sus cualidades y aptitudes adquiridas gracias a la marquetería, en el sector de la carpintería de madera.



Nacimiento de Salvador Díaz e hijos

Con el paso de los años y aprovechando su experiencia, Salvador Díaz Lara decide emprender un negocio propio, cuyo nombre perdurará en el tiempo a lo largo de varias generaciones seguidas, y que basará sus esfuerzos en la manipulación y tratamiento de la madera, es aquí cuando nace la carpintería de Salvador Díaz e hijos.

Este taller que porta su nombre, tuvo que adaptarse a las necesidades de la época, llegando incluso a trasladarse a distintos lugares de la localidad de Huéscar, entre los que se encuentran los barrios de "cuatro esquinas" o "plaza de toros", y llegó a contar con hasta siete personas que componían su plantilla de empleados, entre los que se encontraban sus cuatro hijos, nacidos a partir del año 1940, de ahí la denominación de "Carpintería de madera Salvador Díaz e hijos".

En el año 1978, surgen nuevos cambios, y como consecuencia, el taller sufre un nuevo traslado que les llevó a recorrer de un extremo a otro la provincia de Granada, hasta llegar a instalarse en la localidad de Alfacar. El contexto seguía siendo similar, aunque la plantilla se vio afectada, llegando a formar parte de ella únicamente Salvador y sus hijos, de esta forma la empresa pasó a adquirir un carácter familiar.



Cuatro generaciones de carpinteros y ebanistas

Con el paso de los años, Salvador se retira de toda actividad en el taller, dejándolo en manos de sus cuatro hijos, de los cuáles sólo se pudo beneficiar uno, ya que los tres restantes decidieron iniciar su propio camino. Capricho del destino o no, el nuevo propietario del taller de herencia familiar, continuó con la tradición no sólo laboral, ya que poseía idéntico nombre y apellido que su padre.

Tras una vida entera entregada a la madera, a Salvador Díaz García le llega el momento de su jubilación, y tuvo que abandonar, al igual que su padre, toda actividad en el taller. Pero no sin ver antes como su hijo, también llamado Salvador Díaz García, que creció y alcanzó la madurez entre muebles de madera, absorbiera la experiencia adquirida junto a su padre, trabajando juntos desde que decidiera unirse a él y a la carpintería, apenas acabados sus estudios obligatorios.

Una vez más y, con ésta es la cuarta generación de carpinteros, a Salvador Díaz García (hijo) se le unen dos de sus cuatro hijos, una vez acabados sus estudios obligatorios y formación correspondiente, perdurando esta situación hasta la actualidad.